JUSTIFICACIÓN
“¿Están formados los formadores
(educadores en cualquier nivel: padres, docentes, mediadores sociales,
profesionales, etc.) primero, como seres humanos y segundo, como dispositivos
culturales competentes frente a los cambios de época, para potencializar sus
propias capacidades humanas y las de otros; igualmente, asumen ellos la
autopoiesis humana1 para garantizar que la gente haga uso, activando su
autonomía, de los recursos (internos y externos) situándose como sistemas
epicentrados frente a su vida íntima, privada y pública, en su opción de
construirse y reconstruir espacios de convivencia democrática (vida misma)? En
pocas palabras, es inquirir por la calidad de los mediadores culturales (el
Trabajador Social como uno de ellos) y por el potencial humano para enfrentar
las permanentes situaciones contingentes”.(Duque, 2009.P 12)
Probablemente
los escenarios académicos en los que se forman los profesionales en Trabajo
Social, asuman en tanto posición política un quehacer frente a las inexorables
demandas del escenario social, es posible además, que se aprendan
libretos teóricos en los que se plantean ecuaciones de solución teniendo
en cuenta indicativos de suma, resta y multiplicación del gasto público e
inversión social, es factico que los profesionales en Trabajo Social
esclarezcan la importancia que precisa participar en la construcción de planes
políticos estratégicos de ciudadanía y en ellos se analicen demandas de
carácter estructural como los reiterativos y amplios indicativos de pobreza que
aumentan progresivamente en términos de
distribución geográfica ocasionando desequilibrios en la esfera ambiental.
Remitirse
a estos hechos y a otros como la apuesta reivindicativa en asuntos de derechos
sociales-ambientales es una constante, a la vez que la incursión en movimientos
que concitan la dinamización popular, y sin lugar a dudas la contemplación de
un proyecto de desarrollo ajeno a las verticales directrices del modelo
neoliberal, los anteriores son entonces, los factores constituyentes que marcan
el accionar de los (as) Trabajadores Sociales en el albor contemporáneo.
Teniendo
en cuenta la intencionalidad política a la que se hace mención al inicio, los
planes de estudio planifican sus mallas curriculares al acoger como cimento,
preceptos que aluden a la convergencia social en términos de estrategias que
controviertan lógicas autoritarias de imposición Estatal en una parte y
económica-política desprendidas del sistema capitalista por otra.
Análogamente,
cabe preguntarse si esta formación da cuenta de los procesos que requieren
tributar hacia la construcción del sujeto en referencia a las aristas
ontológicas, en tanto claves que potencian sus propias capacidades y que se
desprenden de las repetitivas narrativas instauradas en la profesión desde la
época de la re conceptualización.
El
cuestionamiento se hace desde la posición que contempla la proyección de un
horizonte de construcción por edificarse, este último avocado a partir de la
lectura de una realidad que cada vez adquiere
múltiples matices, y al entender este concepto, se precisa una apertura
en los marcos cosmovisionarios de los Trabajadores Sociales en procura de
apuntar como acción transversal en los procesos de educabilidad ontológica.
El
contexto Colombiano y Latinoamericano acaece las situaciones de desigualdad más
altas del planeta, ante este hecho, el (la) Trabajador(a) Social carga sobre
sus hombros la ardua tarea de emprender en su proceso de praxis social
reflexiones semánticas y discursivas que no sólo sostengan una comprensión
diferente de desarrollo y apuesta social, sino que su tarea requiere ser leída
en términos indicativos y tasas cuantitativas, ante esto y con el panorama
expresado anteriormente, comenzar por evocar la cita de la profesora Duque, es
partir de la hipótesis en la que el (la) Trabajador(a) Social da inicio a su
partida de ajedrez (praxis social) con el rey y la reina como flancos muy
fáciles de ataque, sin embargo, la presente reflexión solicita orientarse más
que en las condiciones estructurales que permean su accionar, en las
posibilidades cognitivo-emocional-volitivo que el (la) profesional desarrolla
en aras de poner un alto en los círculos repetitivos de desgaste y trascenderá
sí desde la intencionalidad educativa procesos que apunten a la toma de
conciencia frente a la pregunta del ser en el mundo aunado a
la convergencia de ideas y espacios que llamen al encuentro con el otro
y el ambiente.
Como se quiera, las
explicaciones en torno a los procesos que toman lugar desde los espacios
académicos curriculares parecen olvidar la validación de tal hipótesis, por el
contrario, parecen sucumbir ante los rumbos que desde la repetición discursiva
se proyectan, lo anterior manifiesto desde las fraccionamientos en el saber-ser
y hacer.
Es necesario que tome
posicionamiento el interés por desentramar al ser humano en todos sus ejes, por
comprenderlo no desde la suma de las partes, sino desde la completud que
proporciona su integralidad, es apuntar
a unificar entendiendo a partir de la complejidad y no desde el reduccionismo
que como legado de la época moderna y los ejes cartesianos, aún hoy prevalecen en la lectura inconsciente de
los(as) profesionales.
De manera que cabe
preguntarse en torno a ¿Con qué y cuales estrategias los centros académicos en
Trabajo Social están dotando a sus estudiantes en referencia a los horizontes
de auto-reflexión? ¿En qué momento, se explica al estudiante como se combinan
sus intencionalidades de ser humano biológico y social al tener en cuenta las
demandas que los escenarios gubernamentales y comunitarios exigen?
¿Cómo
se supone los profesionales están en la capacidad de diseñar estrategias que
apunten a un cambio en la concepción de desarrollo humano-social y ecológico,
si existen claras ambivalencias entre el qué y el cómo en referencia a la
identidad de la misma? Es en tanto sucumbir a los prospectivos ejes visionarios
de la consolidación ontológica del Trabajo Social.
Desde este ángulo
aparece un hecho importante de interpretarse a la luz del interés por la
pregunta existencial-ontológica del (la) profesional, y es la posible vinculación
que puede surgir a partir del giro epistémico como desencadenante de la
actuación profesional de praxis social en tanto interiorización de la paz
imperfecta como hecho natural cotidiano en la trama de la vida.
Educar para la paz, desde la paz, es tomar en
consideración que el mundo y la relaciones que de este se desprenden necesariamente implican volcar la mirada
hacia las observaciones de equilibrio, un equilibrio imperfecto producto de
permanentes desequilibrios, entre tanto, es posible asumir como acción de vida
que la paz transversaliza cada eje de la
piel humana al expandir sus sentidos por las fibras Exo-eco-referenciales que
como péndulo oscilan entre las constituciones biológicas hasta las interacciones
socio-culturales.
En
cierto sentido es señalar que la comprensión de educación de paz vislumbra su
interés más allá de discursos abstractos, por el contrario, concretiza hechos
que afronten situaciones contingentes de vida al situar en posibilidades de
construcción conjunta la transformación de las mismas en escenarios en los que
naturalmente sean identificados como detonantes del conflicto.
En
el curso de esta búsqueda se posiciona que el entendimiento que se haga del
sujeto, sea la clave de la cual partan
las apreciaciones y el accionar en el terreno de la praxis, la siguiente
es una definición que da cuenta de la forma como en la sinfonía
epistemológica-teórica-metodológica (Paradigma complejo- teoría de la paz
imperfecta-acción educativa para Trabajo Social) toma lugar.
“La
complejidad asume, al sujeto multi-dimensional, en tanto biológico,
lingüístico, cultural, psíquico, histórico, social, existencial y
espiritual…Para Morín, el sujeto biológico es el sujeto como entidad viviente,
dado su carácter de “estar vivo”, en su propio sistema autopoiético: es
producto de su operación de computación; es auto-ego-exo-referente ( en el que
el ser, se constituye en centro de referencia con el otro), es
ego-auto-exo-céntrico( en la que el ser se constituye en centro privilegiado de
su universo con el otro)”(Duque, 2009.P65)
La
configuración que se sostiene en referencia al sujeto en tanto punto de
convergencia de transformaciones internas biológicas, productos computantes de
relaciones neurolingüísticas y
construcción social viva, apunta a situar al mismo como organismo en permanente
metamorfosis capaz de desestaurar contemplaciones unidimensionales que sesgan o
limitan su capacidad cognitiva-emocional, por el contrario, la premisa anterior
recoge la posibilidad que en un escenario Exo, el sujeto se construya con el
otro, al mismo tiempo en que canaliza aprehendizajes significativos y su
capacidad regenerativa se ubica en su
máxima dimensión.
En este orden de
articulaciones, la forma en que desde la profesión se requiere partir para
concebir al sujeto avizora un eje multidimensional, postulados dinámicos que no
fragmenten componentes explicativos y comprensivos propios de las ciencias
naturales, por el contrario, diluciden factores comunes que se incrusten en el
hecho social y que traigan a dialogar la interpretación desde distintos puntos
de vista.
En una o en varias
palabras es partir de la base de que el (la) profesión aún puede
ganar el juego de ajedrez, la tarea esta en indagar en los recursos
internos y potencializarlos, unir lo que está fragmentado, leerlo entre
líneas, y apropiarlo teniendo presente
que el azar, la locura, el desorden
estarán presentes siempre y desde
estos móviles escenarios es desde donde el quehacer del Trabajo Social se
precisa.